Por esas cosas de la vida, un texto que escribí sobre mi desaparecido padre, nunca vió la luz.
En este día del padre, me parece oportuno publicarlo para ser justos con su memoria y el sentimiento de
todos lo que lo quisimos:
Mi viejo
Tenía los rasgos marcados
en la piel color aceituna,
las manos curtidas
de tironear alambre al rojo
y el cuerpo castigado
de recibir calor
Cultivaba silencios que solo él conocía
A veces hería sin querer por los golpes recibidos
que no pudo, ni quiso jamás responder
Recordaba cada tanto, una infancia de lava copas
al pequeño pony que le díó alegrías
y al enorme carro, que atropelló el tren
La mano tendida siempre
haciendo un favor a cada momento
Propio de los que dan todo
aunque jamás recibieron nada
Recordaba aquel su pueblo,
la cancha del Club Olimpia
donde tantas veces gritó “gol”
A un padre severo que truncó su futuro,
pero al que respetó hasta en su pensamiento
A la obligación de mantener la casa paterna,
cuando un diciembre lluvioso y agobiante
dejó al hogar sin papá
Era de pocas palabras
pero de actos elocuentes
buen padre pero seguro,
el mejor abuelo
El tiempo le hirió de muerte la memoria
y se fue apagando muy callado
Aunque aquella noche interminable
recordó a su gente como nunca antes:
el cura de sus pagos, el equipo de futbol
el traje blanco y al amor de su madre
Aquel 15 de febrero,
Se fue lentamente
con una paz infinita
y la mirada inexpresiva
ante nuestro inmenso dolor
Ese día de cielo plomizo,
mis hijos perdieron su compinche mejor
Yo, a mi padre
Don Armando
un trozo grande y valioso
de mi propio corazón
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